LA FORTALEZA FEDERAL
Donostia, 30 de abril de 2019
Resulta llamativo el descubrimiento del federalismo que han realizado analistas y personalidades políticas de distinto signo con ocasión de la gestión de la pandemia. Sus virtudes se contraponen, como contraste, a nuestros defectos. Es especialmente llamativo porque entre esas voces se encuentran quienes descalifican la propuesta de profundización federal para nuestro país. Pero también, porque en la referencia laudatoria al modelo federal confluyen quienes critican al Gobierno, por el pobre papel que atribuye a las Comunidades Autónomas y quienes critican la actitud de las autoridades de muchas de éstas, por la escasa lealtad al sistema con que actúan. Así, lo que consideraban puramente ilusorio en situaciones de –relativa- normalidad, se convierte, en la crisis, en el ejemplo a imitar, en el espejo en el que les gustaría ver reflejado nuestro país.
Desde el Manifiesto fundacional de Federalistas del País Vasco hemos afirmado que nuestra propuesta de profundización federal del sistema autonómico no es ninguna panacea. Los sistemas federales no son paraísos en los que reine la absoluta tranquilidad política. En ellos es permanente la soka-tira política entre quien ejerce el poder compartido –federal- y los que ejercen el autogobierno de los territorios. Estamos teniendo ejemplos de ello incluso en los países que están funcionando de forma, comparativamente, más acertada. Pero la tensión se despliega dentro de unos límites estrictos: el Gobierno (federal) se toma en serio a los territorios y éstos respetan los límites de su autogobierno, con lealtad al sistema.
De forma recurrente se cita a Alemania como ejemplo de la mejor práctica política. Sin duda, sus virtudes no se deben únicamente a la fórmula federal con la que se gobiernan, pero tenemos la absoluta convicción de que esa forma de organización contribuye decisivamente a ello. Una de las deficiencias más llamativas de nuestro sistema autonómico, que en la presente crisis tiene un protagonismo muy especial, es la que se refiere al sistema de relaciones intergubernamentales. Se trata, por el contrario, de uno de los grandes logros del sistema alemán, hasta el punto de definirse, sobre esa base, como federalismo cooperativo. Un sistema en el que es decisivo el papel de la cultura federal, que engrasa las piezas del sistema institucional, reduciendo los roces entre ellas, facilitando, así, alcanzar mayor integración en la tarea común con mayor eficacia en el resultado.
Nos parece que es en el ámbito de la cultura federal en donde más se ha flaqueado en la gestión de esta crisis. Una deficiencia en la que no solo ha incurrido el Gobierno, sino, también muchas Comunidades Autónomas. Una situación de emergencia extrema como la actual requiere unidad de decisión, pero resulta impropio no contar con las Comunidades Autónomas para decidir, y aplicar lo decidido; porque son ellas las que, desde hace decenios, tienen en sus manos la gestión de ámbitos cruciales en ese proceso. Una participación que no impide el rigor en la toma de las decisiones por quien tiene la máxima responsabilidad de hacerlo.
Vistas las cosas en esta perspectiva, nada más contradictorio que desdeñar o mantenerse al margen de la propuesta de profundización federal de nuestro sistema autonómico como la que impulsa nuestra asociación. No es sensato renunciar a tratar de lograr, aquí y ahora, una mejor articulación entre integración y diversidad. No lo es por perseguir un sueño político previsiblemente irrealizable y profundamente perturbador de la cohesión de la sociedad. Tampoco lo es por las dificultades a que tendría que enfrentarse, olvidando que cualquier otra alternativa tendría que afrontar dificultades incomparablemente mayores. No existen justificaciones para quedarse paralizado contemplando el proceso de imparable degradación de nuestro sistema político.
La tarea no es fácil. Como observó muy tempranamente Alexis de Tocqueville, el sistema federal tiene como fundamento una teoría compleja, cuya aplicación exige el uso cotidiano de la razón. Hacer comprensible la propuesta federal, poner de relieve sus virtudes, para que pueda triunfar frente a soluciones simplistas que deteriorarían profundamente la estabilidad democrática, es una tarea en la que las instituciones y las fuerzas políticas tienen una responsabilidad primordial.
Quienes están descubriendo que los sistemas federales contienen mejores fórmulas de gobierno no pueden quedarse al margen de esta tarea, esperando desde la pasividad, que otras fuerzas políticas resuelvan los problemas; ni refugiarse en la crítica al sistema, confiando en obtener réditos de su fracaso. Es indispensable tratar de mejorar, de forma real y efectiva, nuestro sistema político, con el fin de garantizar la estabilidad democrática, equilibrando adecuadamente integración y autogobierno de los territorios. No podemos renunciar a construir un sistema que nos facilite la capacidad de gobernarnos mejor. La crisis en la que estamos tiene que servir para asumir que se trata de un objetivo indispensable. También por parte de quienes de quienes hasta ahora no lo creían.